Si hay una tendencia clara en el mundo del trabajo (y la vida en general) en los últimos 50 años, es la necesidad de estar constantemente aprendiendo, cambiando y mejorando.
De hecho, para Peter Drucker, una de las primeras personas que identificó a los profesionales como "Trabajadores del Conocimiento", la habilidad más importante que las personas podemos desarrollar es la habilidad de "aprender a aprender".
Esto se debe a que, como ha mencionado el psicólogo de la Universidad de Harvard, Robert Kegan, en los últimos 200 años nos hemos dado cuenta de que, al contrario de lo que se suele pensar, el estado adulto no es un estado terminal, sino que puede haber un desarrollo significativo, no solo de conocimientos y habilidades, sino de esquemas mentales y niveles de conciencia, durante toda nuestra vida.
Desafortunadamente, sin embargo, demasiadas personas siguen pensando que, una vez que cumplen la mayoría de edad y se convierten en adultos, "ya están listas".
En ese momento se detiene su desarrollo y dedican los próximos 50 o más años de sus vidas, simplemente, a aplicar lo que hayan aprendido hasta ese momento.
Pero qué nos hace pensar que 12, 16 o, incluso, 20 años de educación formal deberían ser suficientes para enfrentar el resto de nuestras vidas de manera exitosa y adaptarnos a los inevitables cambios.
Una actitud mucho más positiva y constructiva es concebir nuestra vida, tanto personal como profesional, como una "malla de estudios", de la cual podemos aprender constantemente.
Esa malla de estudios o matriz de cursos está compuesta por las distintas exigencias mentales o psicológicas que las personas y la sociedad nos presentamos constantemente unos a otros.
Kegan, uno de los mayores especialistas a nivel mundial en desarrollo adulto ha mostrado que "para aquellos de nosotros que empleamos a alguna otra persona, que gestionamos, lideramos, supervisamos o evaluamos a otros; que enseñamos, asesoramos, aconsejamos, realizamos terapia o consultoría; que a nivel público exhortamos, informamos, inspiramos o movilizamos a otros hacia alguna acción ––todos estamos en el 'negocio', sepámoslo o no, de realizar exigencias mentales".
Esas exigencias mentales tienen que ver con cómo nos vemos y entendemos a nosotros mismos (por ej., nuestras motivaciones, pasiones, intereses, estilos de personalidad y potenciales descarriladores) y cómo percibimos el mundo a nuestro alrededor (otras personas, agrupaciones, instituciones, sistemas, etc.)
En la medida que somos capaces de conciliar las expectativas y exigencias mentales del mundo a nuestro alrededor y satisfacer nuestros propios intereses, tendremos una vida más efectiva, feliz y satisfactoria. Una vida de continuo y constante aprendizaje y crecimiento.
