Influir Sin Autoridad
Mar 26, 2022Una de las mayores paradojas del mundo moderno es que, al contrario de lo que se podría pensar, cada vez que aumenta el nivel de tecnología, dependemos menos de las personas, pero también dependemos más.
Dependemos menos de quienes realizaban trabajos aburridos y repetitivos y más de aquellas que son capaces de manejar la tecnología.
Por lo tanto, la tecnología no elimina la dependencia de las personas, sino que cambia la naturaleza del trabajo realizado por ellas. Que las personas se muevan hacia trabajos menos repetitivos, más creativos y, en definitiva, más interesantes.
Por supuesto, esa transformación requiere que las personas sean entrenadas en la nueva tecnología y adquieran nuevas habilidades, por lo cual suele haber un período de transición, tanto a nivel organizacional como de la sociedad.
Pero una consecuencia muy poco entendida de estas transformaciones es la necesidad de establecer nuevas maneras de relacionarse entre líderes y subordinados.
Si tenemos que liderar personas con mayores niveles de educación y preparación, no tiene ninguna lógica seguir con el estilo tradicional donde el jefe era el experto y el subordinado solo tenía que obedecer y ejecutar.
Nos perdemos enormes oportunidades cuando nuestros colaboradores entienden que su trabajo solo se resume a realizar las tareas que han sido diseñadas por otros.
Un ejemplo claro de la necesidad de implementar estilos de liderazgo más modernos y vanguardistas ha ocurrido durante la reciente pandemia, que movió a millones de trabajadores a nivel mundial a trabajar remotamente.
Como muchos se han dado cuenta, cuando las personas están en otro lugar físico, no tiene ningún sentido tratar de controlar cada una de sus acciones y decisiones.
La clave es establecer acuerdos claros con respecto al trabajo a realizar y cuál es la forma más efectiva y eficiente para lograr los resultados.
Luego, necesitamos dejar que los colaboradores se concentren en realizarlo y evaluar en base al logro de los resultados, más que de acuerdo a la cantidad de horas trabajadas o cualquier otra variable irrelevante.
Desafortunadamente, ahora que la economía se está abriendo, demasiados líderes están perdiendo la oportunidad de aprender de este nuevo esquema de trabajo y están desesperados por volver al trabajo presencial.
No se dan cuenta de que la diferencia entre las personas y organizaciones que se destacarán a futuro no está entre quiénes trabajan de manera presencial versus remotamente.
Quienes se destacarán serán quienes sean capaces de instalar nuevos sistemas, procesos y estilos de liderazgo que hagan que el lugar físico donde se realiza el trabajo sea cada vez manos relevante.
Por eso, como indica el Framework de Semco Style, los líderes efectivos entienden que, para tener un mayor grado de control sobre los resultados que se necesita generar, es fundamental entender que el control sobre el trabajo a realizar, o la forma de conseguir esos resultados, necesita ser compartido.
Como han mostrado numerosas "huelgas de brazos caídos", los colaboradores tienen mucha más influencia de lo que se suele pensar con respecto a cómo, cuándo e, incluso, si es que se realizará el trabajo.
En definitiva, la habilidad más importante para un líder no es la capacidad para tomar decisiones, sino que es mucho más crucial ser capaz de influir en las personas sin tener que recurrir a la autoridad o el poder.
Una definición mucho más potente de liderazgo para el futuro es aquella que lo describe como "la capacidad para lograr que las personas hagan el trabajo y consigan los resultados porque ellas quieren hacerlo, no porque alguien se los está imponiendo".
Si la naturaleza del trabajo requiere que se haga presencialmente, las personas no tendrán ningún problema en hacerlo. Pero si no lo requiere, lo peor que podemos hacer es forzarlo solo porque a uno o más de los líderes les resulta incómodo.