Cada cierto tiempo me encuentro con personas que "tienen ganas de emprender", que han generado "varias ideas de negocios" y las están evaluando, para ver cuál les conviene más y que se lanzarán a emprender cuando tengan las cosas claras.
Mi recomendación a esas personas es que se pongan un plazo para evaluar las distintas alternativas y luego, simplemente, empiecen. No tanto porque la acción sea más importante que el análisis, sino porque mi experiencia de emprendimiento me ha mostrado que, por mucho que estudie las distintas alternativas, inevitablemente, un año después de empezar estaré haciendo algo totalmente distinto a lo que pensaba que era la mejor opción.
Quizás no se vea así desde afuera porque estaré apuntando al mismo mercado y con productos y servicios similares a los que planeaba ofrecer. Pero habrá diferencias muy fundamentales en el entendimiento de las necesidades de los clientes y, por lo tanto, de dónde está el verdadero valor por el cual están dispuestos a pagar.
Lo importante aquí, desde mi punto de vista, es que tenemos que iniciar las conversaciones con nuestros potenciales clientes, compartir con ellos lo que estamos construyendo y escuchar muy atentamente a su reacción y retroalimentación.
Es en esas conversaciones donde, invariablemente, aparecen alternativas que no habíamos considerado o aplicaciones de nuestros productos o servicios que generan mucho más valor para nuestros clientes que lo que pensamos originalmente.
Emprender, al contrario de lo que se cree y, desafortunadamente, se enseña en muchos lugares, no es un camino recto que va desde la idea a la planificación detallada y luego a la implementación de los planes para generar los resultados.
Es, en realidad, un proceso de conversación e interacción con nuestros clientes y potenciales clientes, de escucha activa, aprendizaje constante y refinamiento progresivo de las ideas y soluciones.
Por ello, es fundamental compartir nuestras ideas y soluciones (nuestra oferta de valor) con potenciales clientes reales y no con personas que no están en nuestro mercado objetivo (familiares, amigos, etc.). La única opinión relevante es la de aquellas personas que tienen un "dolor", problema o necesidad y la mejor retroalimentación que nos pueden dar es un cheque o una orden de compra. Esa es la mejor investigación de mercado.
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Autor
Rodrigo Del Campo
Director Ejecutivo
Emprendedor y consultor en efectividad organizacional. Desde 1997 apoya a ejecutivos y equipos gerenciales en la creación de organizaciones de alta efectividad. Se ha especializado en el diagnóstico y desarrollo de líderes, equipos y organizaciones, utilizando las herramientas y metodologías más avanzadas a nivel global para determinar su potencial y maximizar sus capacidades y efectividad.